Friday, October 06, 2006

Lejana y sola

Resulta incongruente que desde el Consistorio cordobés se pida a los ciudadanos que apoyemos la candidatura de la ciudad para la Capitalidad Cultural, mientras por otro lado realiza políticas de destrucción del patrimonio cultural y natural que avergüenzan a propios y extraños.
Se habla de patrimonio, de su importancia y de la necesidad de conservarlo mientras, por otro lado, se apuesta por disminuir la superficie protegida del entorno de Medina Azahara.
Se habla de legalidad urbanística, pero las parcelaciones y las edificaciones ilegales surgen como hongos, alentadas por la connivencia de unos políticos adictos al sillón.
Se apuesta por la conservación del entorno natural y por otro lado se da vía libre a la destrucción y urbanización de parajes de excepcional valor ambiental como son los Baños de Popea.
En definitiva, el Gobierno local de Izquierda Unida apuesta por la urbanización y la especulación sin límites, aunque sea a costa de destruir el patrimonio histórico y natural, valores que las administraciones están obligadas a preservar.
La comisión que designará la Capitalidad Cultural debería de tener en cuenta la actitud y el comportamiento del Ayuntamiento de Córdoba antes de decidirse por alguna de las ciudades candidatas. Quizás la denominación que Córdoba se merezca sea la de Capital Europea de la barbarie

http://www.abc.es/20061013/cordoba-opinion/cordoba-capital-europea-barbarie_200610130308.html

Wednesday, September 27, 2006

Calle de los abrazos


Creo que eran "Los secretos" los que tenían una canción que se llamaba la calle del olvido. Tambíen Joaquín Sabina bautizo una vía en una de sus canciones como calle melancolía. En mi pueblo, cerca del lugar donde yo vivo, existe una calle que se denomina calle de la amargura. Aparte de alguna excepción como la anterior, no conozco ninguna calle cuyo nombre evoque sentimientos ni sensaciones. Casi todas las calles hacen honor a algún personaje histórico, a algún artista o a algún suceso más o menos relacionado con el lugar de ubicación de la calle.
Así, por ejemplo, aunque mucha gente lo desconoce, el paseo de los tristes, hace evocación con tan romántico nombre a los cortejos fúnebres que ascendían hasta el cementerio granadino por este lugar, con anterioridad a la construcción de los actuales accesos.

A veces los lugareños ponen un nombre a alguna calle que no coincide con el nombre oficial, también cerca de dónde vivo existe una calle cuyo nombre es Tucuman, pero ninguna persona mayor de cuarenta años la llama así, sino que suelen llamarla calle Tostao, que es como la han llamado toda la vida.

Otras veces son los propios vecinos los que exigen un cambio de denominación para su calle, recuerdo que cuando era pequeño existía una calle que se llamaba "cochinicos" y que algún concejal cambió por el de "azahar".

Los políticos no suelen ser muy originales a la hora de bautizar un espacio público, aunque por suerte no vivimos en un país anglosajón en el que las calles se denominan por números.

El otro día, mientras caminaba por el centro de Granada intentando lesquivar a la ingente marea humana que había salido para ver la procesión de la Virgen de las Angustias, pasé por una calle sin nombre, una calle por la que no había pasado nunca. Dicha vía está situada en un lateral de la Biblioteca de Andalucía y desemboca en la calle Gran Capitán. Dicha calle, que carecía de rótulos que le dieran nombre, había sido bautizada por alguien como calle de los abrazos. Una denominación bonita, original y adecuada que deberían de tener en cuenta la Coorporación Municipal.

Monday, September 25, 2006

Fast food



Granada no es conocida internacionalmente únicamente por la Alhambra, también es conocida como la ciudad del botellón. Esto se debe a la labor de una clase política que prefiere jóvenes aborregados enganchados a un biberón de calimocho, antes que personas que desarrollen una conciencia crítica que pueda cuestionar sus políticas basadas en el desarrollo insostenible y en la especulación urbanistica. Políticas que se han asentado a lo largo y ancho de toda la piel de toro y de sus archipiélagos y que parecen diseñadas para incentivar el consumo de cemento y de paso engrosar las cuentas corrientes de una clase elitista y corrupta formada por políticos y empresarios.
Todos estos pensamientos arriaron en mi mente al contemplar el grafiti que algún inspirado poeta había dejado grabado en una pared del bajo Albaicín. Allí, en un destartalado paredón del barrio más antiguo de Granada, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco, entre el olor a orines y a alcohol producto del botellón de la noche anterior y el aroma de las higueras generosamente cargadas de frutos, algún poeta desarmado, que no desalmado, había escrito una frase llena de contenido, una pura lección de filosofía en apenas siete palabras.