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Friday, October 06, 2006

Lejana y sola

Resulta incongruente que desde el Consistorio cordobés se pida a los ciudadanos que apoyemos la candidatura de la ciudad para la Capitalidad Cultural, mientras por otro lado realiza políticas de destrucción del patrimonio cultural y natural que avergüenzan a propios y extraños.
Se habla de patrimonio, de su importancia y de la necesidad de conservarlo mientras, por otro lado, se apuesta por disminuir la superficie protegida del entorno de Medina Azahara.
Se habla de legalidad urbanística, pero las parcelaciones y las edificaciones ilegales surgen como hongos, alentadas por la connivencia de unos políticos adictos al sillón.
Se apuesta por la conservación del entorno natural y por otro lado se da vía libre a la destrucción y urbanización de parajes de excepcional valor ambiental como son los Baños de Popea.
En definitiva, el Gobierno local de Izquierda Unida apuesta por la urbanización y la especulación sin límites, aunque sea a costa de destruir el patrimonio histórico y natural, valores que las administraciones están obligadas a preservar.
La comisión que designará la Capitalidad Cultural debería de tener en cuenta la actitud y el comportamiento del Ayuntamiento de Córdoba antes de decidirse por alguna de las ciudades candidatas. Quizás la denominación que Córdoba se merezca sea la de Capital Europea de la barbarie

http://www.abc.es/20061013/cordoba-opinion/cordoba-capital-europea-barbarie_200610130308.html

Monday, September 25, 2006

Fast food



Granada no es conocida internacionalmente únicamente por la Alhambra, también es conocida como la ciudad del botellón. Esto se debe a la labor de una clase política que prefiere jóvenes aborregados enganchados a un biberón de calimocho, antes que personas que desarrollen una conciencia crítica que pueda cuestionar sus políticas basadas en el desarrollo insostenible y en la especulación urbanistica. Políticas que se han asentado a lo largo y ancho de toda la piel de toro y de sus archipiélagos y que parecen diseñadas para incentivar el consumo de cemento y de paso engrosar las cuentas corrientes de una clase elitista y corrupta formada por políticos y empresarios.
Todos estos pensamientos arriaron en mi mente al contemplar el grafiti que algún inspirado poeta había dejado grabado en una pared del bajo Albaicín. Allí, en un destartalado paredón del barrio más antiguo de Granada, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco, entre el olor a orines y a alcohol producto del botellón de la noche anterior y el aroma de las higueras generosamente cargadas de frutos, algún poeta desarmado, que no desalmado, había escrito una frase llena de contenido, una pura lección de filosofía en apenas siete palabras.