No le gustaba Halloween. Era para él una celebración odiosa. Le entristecía.
Fue una mañana de Halloween de hace doce años cuando Ángela desapareció. Una vez más leyó la nota que ella le dejó aquel día antes de marcharse. "Llegaré tarde. Te dejo la comida en el microondas. Love you xxx". Nunca más supo de ella. Ese día no apareció por el trabajo. Para la policía sólo fue un nombre más que anotar en la fría estadística de los desaparecidos. Por eso dejó de gustarle Halloween.
Los primeros aniversarios de la desaparición de Ángela tenía miedo. Sabía que a los muertos les gusta levantarse de sus tumbas. Por eso cementó el jardín. Allí, debajo de una gruesa capa de cemento estaba el cadáver de Ángela, junto a ese maldito disfraz de Michael Myers en el que se vio obligado a interpretar su papel de una forma magistral.
A veces echaba de menos a Ángela, otras veces echaba de menos vestir aquel magnífico disfraz.
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