Y volví a pasear por calles pequeñas.
Unas calles solitarias que despertaban tímidamente, como en una mañana de domingo.
Calles de piedra y cal, de adoquines ajados y geranios que nos saludaban.
La mañana se ocultaba tras un velo de nubes casi diáfanas y yo le ofrecí mi cuerpo, para que lo acariciara con los rayos de este sol borracho de enero. Sentía que ese calor matinal sobre mi piel eran tus dedos, y sonreía y caminaba ajeno a las palomas que se arremolinaban en torno a la fuente, y al repicar de las campanas de la catedral.
Construimos palabras imposibles, mezclando lenguas y diccionarios y nos reímos de los maniquíes de los escaparates.
Y rocé tu mano con mi mano, y arremoliné tu cabello entre mis dedos…
Pero la ciudad despertó y las calles pequeñas se llenaron de turistas despistados y de mercaderes de recuerdos.
Pero la ciudad despertó y las calles pequeñas se llenaron de turistas despistados y de mercaderes de recuerdos.
La ciudad despertó y el estrépito del día ahuyentó a tu fantasma.
Y volví a caminar, esta vez solo, por las calles pequeñas, y las caricias del sol ya no eran tus caricias, y los geranios escondieron sus flores hasta la primavera…
Caminé por las calles pequeñas, en soledad, desde la Torre de la Malmuerta hasta la Puerta de Almodóvar, cabizbajo, observando tu sombra junto a la mía, aplastadas las dos sobre los adoquines gastados de esta Córdoba milenaria.
Caminé por las calles pequeñas, en soledad, desde la Torre de la Malmuerta hasta la Puerta de Almodóvar, cabizbajo, observando tu sombra junto a la mía, aplastadas las dos sobre los adoquines gastados de esta Córdoba milenaria.
2 comments:
Que bonito lo que escribes...
Siempre das un giro poético a lo que cuentas.
Tu blog rebosa sensibilidad.
Es agradable encontrar espacios así.
Besos mil.
Yo siento envidia sanísima por no poder escribir cosas tan hermosas. Al menos disfruto leyéndolas :)
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